martes, 1 de septiembre de 2009

Te quiero.


estaba oscuro, atascada...
la encía había invadido el molar,
tal vez si hubiese empezado por el principio el sentimiento del dragón no hubiese invadido los ojos y las mejillas.
Es así cuando de cote derecho del labio se quería retirar hacia abajo y la mirada se volvía opaca, pequeña y seca.
volcada...volcada...
Encorvado el cuerpo como con escombros y las manos sin esperanza hundidas en la nada,
en el vacío, pero un vacío sin espacio, sin estrellas sin luna, sin pecado y sin nada.
Así encontraba... como el Comerrocas sentado en la nada, pero aquella historia tenia principio...
y yo había empezado por el fin, apartada, alejándome de Comerrocas y hundiéndome en pantanos.
Debería empezar por el principio, me dije el segundo día, pero por esas leyes retóricas de la vida, porque estudio las matemáticas y son frias, tal vez porque comenzaba siempre por el medio y no por el principio,
comenzaba desde abajo... debajo.
Tal vez no había aprendido a abrazar,
a llorar con ruido de lagrimas pesadas,
a entristecerme con tristeza fuera de cejas que se reúnen en el ceño, conversan en el ceno del rostro y solo dejan marcas.
Fue entonces que albergo el dragón y su nombre se hizo presente en los intrínsicos lugares que quedan entre los huesos y el pulmón,
Ya no se si fueron las llamadas llamaradas, las escaleras hacia abajo, el cordón de la vereda, el dolor y su constancia, pero escaleras abajo me olvide de tus hojas empapeladas con Cortazar, del cuadro con aquella mujer roja con su marco de cartón corrugado, del estampado de tus pantalones y camisas, de tus ojos y su mirada entre mezcla de café con leche y verde amarillentos, apuntados por aquellas cejas con inclinación a ciento treinta grados y cuatro años en los que sentí iniciarme en eso del abrazo, en eso de las lagrimas,
todavía sin ruido, todavía no lo he aprendido, pero sabes bien que en silencio me provoco e inundo una habitación que hoy supera los tres por cuatro.
A tu lado algún día se escuchara el salpiqueo en los charcos, en las calles, los días de lluvia,
en el mar serán anécdota porque sus acantilados quedaran tapados por esas grandes gotas llenas de esperanza, con boca de cote hacia arriba y centro de los ojos con menos marcas que hace cuatro años atrás.
Y sabes hoy ya no duele aquella que alberga en aquel lugar oscuro, atascada,
pero ahí tan cerca del plumón y los huesos...
Pero ahí... tal vez..
Tal ves empiezo por el medio, tal vez por las escaleras abajo.
Y solo quiero decir perdón y no se decir simplemente te quiero.
Por eso por abajo, por el medio..
escaleras hacia arriba, escaleras hacia abajo te quiero.


Instrucciones para subir una escalera

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.


Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).


Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

julio cortazar

 
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