miércoles 7 de enero de 2009
En un lejano pueblo de Turquía, en el laberinto de los sueños,
Isabel II, mujer honrrada por su valentía, persiguió sueños. Esquirlas filosas, con esquinas dobladas, infinitas diagonales derramadas, eran las que la amenazaban.
Isabel II, reina de ningún reino, mujer honrrada por sus sueños, persiguió viaje, Callo llanto, callo tierra, callo hambre, callo frío, callo noche, callo lo bello, callo Paris, Grecia y Venecia.
Callo silencio.
Isabel II, reina de hojalata, con manos y alma de plata, mujer honrrada por su valentía, estudio letras, persiguió mapas, recorrió pergaminos, prosiguió en viaje.
Y luego de 100 mil vueltas de viaje submarino, desarmo encrucijadas.
Rey Enrrique de su corte, de sus días, anhelos y andanzas, era a otra doncella a la que él esperaba.
Isabel II, reina de ningún rey, cuerpo de lata, corazón de avena y manos de plata, cerro velos y se fugo en su propia encrucijada.
Y cada noche, como mujer amante de un solo rey, renuncia a ella. Escribe su nombre, su rostro, recorre su piel, desarma su mente, vuelve suyas sus manos y fusiona su sangre.
Anahi, niña del cortejo en silencio, no comprende como la forma se deforma y un sirviente en carreta en una calle estrecha, recita: Volverán las antiguas golondrinas y los campanarios de la iglesia algún día tocaran.
13 de diciembre del 2008
por fidelidad a las palabras de Ella, hoy obsequio un sueño de ayer.
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